martes, 22 de febrero de 2011

Instantes
  



"Esta opresión que siento en el pecho
es como una llama eterna, inapagable.
Ni aún si vertimos sobre ella, la frescura
de un universo de figuras refrescantes, 
que convergen en distintas charlas de café.

El mártir de los bosques vacíos,
cazador de infortunios y pescador de cristalinos sueños rotos.
Se viste de gala, e invita un cóctel a su dulce amada.

Jugando a la rayuela con mis penas,
me olvido de las dolorosas caídas
del parco tobogán de la alegría.

Como desearía que esta congoja
se calmase con un vaso de ilusión,
aunque sepa que la dulzura
termina por convertirse en un amargo desdén.

El sólido castillo de naipes se desmorona                                        
ante el hipnótico y narcótico sonido de tu voz.
 Y me pregunto: 
¿Permitirme amar de nuevo, y hundirme otra vez
en esta colérica e insana locura;
que no me deja conciliar ni el más profundo de los sueños,
e inclusive perturba la más divina de las calmas?

Su cara esta desdibujada,
Por el amor que no le prodigaba.

Las tormentas más profundas,
los abismos más oscuros ,
las batallas más infernales,
los incendios más recalcitrantes,
se dirimieron en esa arena.

No sé hacia donde correr, donde esconderme.
Miro atrás, y el pasado me persigue;
se lanza sobre mí aferrándose a mi  talón de Aquiles.
Se desangra por dentro, y grita en silencio.

Una flecha es disparada firme en el futuro,
para que el anonimato se consuma, en espinas de rosas.

Esta fiebre me atrapa entre sus redes y me deja sin aliento.
Distraído, y con la mente obnubilada;
creyendo que todo ha llegado a su fin,
solo para empezar de nuevo.”




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