martes, 8 de marzo de 2011

Alas mutiladas




“Es difícil de explicar lo que me haces sentir, dulce musa. El otoño se esconde tras grilletes que sostienen levemente mi sonrisa de plumas ociosas. Trazo un puente hacia lo efímero, pero el andar de tus pasos, aceleran cabalgando mis sentidos cual cauce de arroyo enardecido. La rosa  mira de reojo, sus espinas parecen huesos arcillosos, astillados por la incertidumbre. Busco la libertad de mi vuelo en las cenizas derramadas, en lágrimas sangrientas que se pierden en el abismo del mar. Renazco en tus caricias; el crepúsculo se cierne en los brazos de un pichón, que canta sin miramientos un soneto, marchito por los resquicios de su laberinto.

Carnavales incrustados, trotan al compás de un desfile de glorias, desvanecidas en granos de arena. El viento es el reflejo de un alma desabrida, que se anima a todo, pero termina por contemplar un lazo vacío, descarrilado por caminos desdibujados en manos de un artista con pavor, que inculca lo desconocido. Diatriba que se esconde en los rincones. Una medusa quiere liberarse de su rezagada y pesada carga. Descansa en la mirada de un niño, presto a cometer su más insólita fantasía.

¿Por qué te cruzaste en mi camino?

El paraíso me esperaba majestuoso. El clamor de las gaviotas hacía eco en la profunda herida que se atrinchera en la oscura y silenciosa montaña.

¿Que es esto de sentir sin recato?

La templanza del filo de la espada que no conoce su destino, el grito desolador de la miserable inmundicia de los harapientos.

¿Que hechizos ocultas detrás de tu majo aroma, que ni los más libres, ingeniosos y valerosos espíritus aventureros, se atreven a oler tu delicado pelo, tu dulce cuello. Néctar peligroso que transmuta en veneno?


Los sentidos se pierden por túneles extasiosos que circundan mi garganta, y me atan a una ilusión desprovista de tu diamantino frenesí. Alimento que no sacia ni el más voraz de las hambres, alimento que me arrastra cual caracol insolado, perdido, fatigado por no poder levantarse.

¿Donde es que voy sino estás a mi lado?

El tren nocturno combina con los jinetes del Apocalipsis, acarreándome a un infame deceso. Mi lecho me besa la oreja, me toca los pies y susurra a mi oído, cuánto me ha estado esperando, que por fin mi hora ha llegado. Las ninfas festejan, recitando sus mejores versos. La humanidad deja la puerta abierta para que mis divagues terminen en una solitaria pradera, acicalando a mi fiel, hermosa y leal mascota.

¿Que haría en esta inmensa planicie; de no poder observar tus inmaculados, e inocentes ojos?

Sentado reflexiono, me prendo un cigarro. Creo que todo esto fue un engaño. Un viaje estrepitoso que conducía a mi fin, patinando sobre el frío hielo de la indiferencia. Me río y recuerdo, que por más que quiera, tu mirada esta tallada en mi corazón. Junto a tu lado, el magnánimo espectáculo universal, que se manifiesta  a través de multicolores nebulosas danzantes y polvo de estrellas, producto de efusivos choques intergalácticos, no es más que un sombrío destello de luz.

La realidad me brinda el hastío de aceptar lo ineludible de las verdades sagradas. Allí donde el amor no posó sus alas, allí no habrá vestigio alguno de asfixiantes pasiones que dejan sin aliento, hasta al mismísimo Dios supremo, del panteón de los cielos. La vid entraña el sueño de sentirte junto a mi lado. Me despierto, camino firme y convencido hacia todo lo que anhelo, cual mariposa que se posa refrescándose en los capullos de una flor, en las húmedas tardes de primavera.

Hurgando en mi alcoba encuentro un nostálgico recuerdo. Dentro de la caja de sorpresas se encuentran los juguetes de mi eterna infancia. Algunos están rotos, también los hay sanos. El brillo de mis ojos emerge, cual catarata vertiginosa que demuestra que el fluir de mis acciones, me permite retozar en aquellos imaginarios y utópicos mundos. De repente, detrás de la sombra asoma un papel arrugado, con mucho polvo en su lomo. Los trazos que en él se leían, no hacía más que endulzar tribulaciones taciturnas, en inagotables instantes fugaces, mas arraigados en mi perenne duelo. Las agujas del reloj se detuvieron, ya no existía tal cosa como el tiempo. La lucidez del amor hacía que me eleve por sobre mis hombros. Empero reacciono y entiendo que detrás de la cortina hay un botín que se desvela, ante mi atónita mirada. Corro despavorido, y me alejo de las sabias e hirientes verdades, que tras él se ocultan. Una suave brisa me acaricia la espalda, resuena en mi cabeza el estandarte del más sabio y anciano filósofo: “Nunca olvides que detrás de toda luz, hay una sombra. En los pliegues del amor se esconde el néctar de la vida, pero si ves mas allá, comprenderás que las lágrimas develan su misterio. No hay más que un poderoso veneno que contamina tu alma. Tu eliges si corres el riesgo de adentrarte en las resonantes profundidades de la cueva, y poder salir de ella sin ningún vestigio de aflicción”. Como siempre, nunca entendí sus alegorías. Mas el pecho se descascara ante el recuerdo de aquel beso negado.

El fulgor se posa en los ojos del ave; creyendo ver la luz, sale del nido; la trampa se consuma. El cuervo se avecina y casi lo engulle, como pasión a su poeta. Ante la abrumadora e inequívoca mutilación, opta por volar lejos de todo cuanto lo rodea. Pero su argucia lo conduce al medio de la más turbulenta tempestad del océano.

Su mirada cristalina, tornabame frágil y vulnerable. Día a día me sumerjo en su retoño. Por más que quiera escapar de las filosas garras de sus cadenas, inexorablemente termino por caer en estas arenas movedizas. Resignado, con la cabeza gacha, termino por besar  la sólida prisión construida con los macizos ladrillos de tus labios, tus caricias, tus sonrisas, tu voz, tu aroma, tu andar. Reconozco que en los grilletes del amor, paradójicamente es donde me encuentro, y me siento más libre.”

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